Una bruja preparaba una pócima para una celebración muy especial. Cuando finalizó comenzó muy emocionada a dar saltos de alegría, era la primera vez que había conseguido cocinarla con todos los ingredientes, algunos muy difíciles de conseguir. Cogió la cuchara y probó el mejunje, y sonrió, pensando que por fin lo había conseguido, había dado con el sabor que tantas veces su abuela le había descrito , fueron tantas las veces que se lo explicó, que sabía lo que su paladar tenía que sentir y su nariz oler, ahora bien, a la vista no tenía muy buen aspecto, pero aquí también acertó, pues el brebaje no tenía que ser ni viscoso ni tampoco muy liquido. Volvió la bruja a saltar y dar brincos por la hazaña conseguida. Si, diremos hazaña puesto que como decíamos era una pócima en la que había dos o tres ingredientes que resultaban casi imposible de obtener. Uno de ellos era una planta que crecía durante unos días, solo unos días y durante el invierno. Y además de esto, no crecía en cualquier bosque, sino que crecía solo en una montaña, en un punto concreto de la ladera. En cuanto a los otros ingredientes no hablaremos de ellos, pues no puedo desvelar el secreto de esta pócima, solo la conocen algunas brujas y si lo hiciera dejaría de ser un secreto.
En la vida existen secretos y misterios que solo pueden ser transmitidos de generación en generación, y en el caso que nos concierne, de brujas a brujas. Pero además las brujas no siempre transmitían todo lo que sabían a sus hijas, nietas..,no era necesario, porque las brujas contaban con una cualidad muy desarrollada, sabéis cual? Os la diré: la intuición.
Si, la intuición. La capacidad para adivinar, presentir y hasta sospechar lo que en cada momento se debe hacer, en según que situaciones. Las brujas tenían tal perspicacia que rara vez erraban en sus elecciones. Intuición, si lo que se conoce por “ tengo una corazonada”. Y si, las brujas de ésto sabían mucho, bueno más bien lo practicaban.
Volviendo a nuestra bruja, tan contenta estaba que comenzó a bailar y fue tal el entusiasmo que cayó sobre uno de sus rosales. Pero como era bruja las espinas no le hicieron daño, una de las ventajas de pertenecer es este gremio tan mágico. Paró entonces de bailar y riéndose contempló todos sus rosales, eran hermosos, las rosas de un rojo carmesí, acarició los pétalos y quedó fascinada por la suavidad. En una esquina detectó un rosal de apariencia triste, y no tenía la misma altura que los otros. No se lo pensó dos veces. Cogió la cuchara, la introdujo en la cacerola y regó al rosal esmirriado. En unos minutos el rosal creció hasta igualarse al resto de sus hermanos, y los pétalos de sus rosas adquirieron un color más intenso. Realmente la pócima era mágica.
Dedicado a unas cuantas brujas que conozco.